Ciencia del comportamiento: ¿qué es y para qué sirve?



Por Isaac Vázquez* (@Itzhak_Vazquez)
Lo que la gente hace, dice, piensa y siente es probablemente de lo que más se ha hablado a lo largo de la historia intelectual de la humanidad. Después de todo, aquellos fenómenos (-o mejor dicho, comportamientos-) que más nos intrigan y que más importancia tienen para nuestras vidas, como el amor y el desamor, la violencia y la cooperación, la corrupción y la honestidad, entre muchos otros, pueden ser entendidos como fenómenos conductuales. En la vida cotidiana podemos encontrar una multitud de explicaciones acerca de por qué las personas se comportan como lo hacen: si Annia es de carácter retraído o perseverante se debe a la posición de los astros el 14 de julio de 1990, cuando ella nació; si Pauline es una persona muy dulce y agradable, se debe a su “voluntad” de ser una buena persona; si Samy no hace más que simular que trabaja y roba a sus compañeros en la empresa donde labora, es porque es “deshonesto” y un “holgazán”.

Aunque escuchamos explicaciones de este tipo todo el tiempo –la televisión nos ofrece el horóscopo diario, por ejemplo- y la mayoría de nosotros las acepta sin sospechar demasiado de ellas, un científico del comportamiento las miraría con recelo. ¿Cómo exactamente podrían los astros influenciar el carácter de Annia? ¿si Pauline fuera despótica y egoísta, se debería ese cambio en su conducta a un cambio en su voluntad? Si Samy roba y no trabaja porque es “holgazán” y “deshonesto” ¿qué hace a Samy ser “holgazán” y “deshonesto”? El trabajo de un científico conductual, como el de cualquier otro científico, consiste en gran parte en hacerse preguntas, postular explicaciones potenciales y contrastar esas explicaciones contra los hechos. Los científicos conductuales buscamos generar maneras de hablar acerca de los fenómenos humanos que resulten particularmente útiles para incidir sobre ellos.

Desafortunadamente, en muchas ocasiones esto implica poner en cuestión muchas nociones e ideas que son muy queridas en la cultura occidental, como las de la “superioridad” de la especie humana con respecto a otras especies animales, el valor del “esfuerzo” y el “trabajo duro” y la posibilidad de una plena autonomía a través del ejercicio del “libre albedrio” y la “fuerza de voluntad”. En ese sentido, vale la pena dejar algunos puntos claros. En primer lugar, como científicos de la conducta, abrazamos la idea de que los seres humanos son parte del reino natural y que, como todo fenómeno natural, nuestro comportamiento está sujeto a principios generales y regularidades que pueden ser estudiadas y comprendidas científicamente. De aquí se deriva también que podamos apoyarnos en el estudio de otras especies animales para comprender nuestro propio comportamiento.

En segundo lugar, los científicos de la conducta no aceptamos la idea de que somos completamente libres e independientes de nuestras circunstancias y asumimos, en cambio, que nuestro comportamiento depende de factores históricos, sociales, culturales e individuales – de nuestro contexto pasado y actual- y de la dotación genética que poseemos en tanto organismos vivos. En pocas palabras, asumimos que lo que somos depende de nuestra interacción presente y pasada con nuestros ambientes y de nuestras características básicas como especie humana. En ese sentido, si nos proponemos explicar por qué Alberto se encuentra en situación de pobreza o no tiene un buen desempeño en la escuela, miraremos primero con detalle el contexto en el que se desenvuelve Alberto y no aceptaremos explicaciones que asuman que “prefiere recibir dinero del gobierno que buscarse un empleo” o que “simplemente no nació para estudiar”.

Esto nos lleva a una última característica distintiva de la ciencia conductual, su “para qué”. En pocas palabras, la ciencia conductual aspira a formular soluciones efectivas a problemas comportamentales como aquellos que observamos todos los días en nuestra cotidianidad. Vivimos en un mundo agobiado por situaciones urgentes como la pobreza, la explotación, la desigualdad, la discriminación, la guerra, la violencia y muchas otras que, a fin de cuentas, son instancias de cosas que la gente hace, dice, piensa y siente. El objetivo ulterior de la ciencia conductual, a mi parecer, es el contribuir a la construcción de un mundo mejor, para todas las personas, hoy y en el futuro, a través de tecnología útil para explicar, controlar y predecir fenómenos humanos.

Así planteadas las cosas: ¿es la ciencia de la conducta un proyecto utópico que aspira a construir desde cero una nueva disciplina y dejar de lado todo lo que se ha dicho antes sobre comportamiento humano? Nada más alejado de eso. La psicología, la economía, la antropología, la ciencia política, la sociología y muchas otras disciplinas sociales coinciden con o aportan a lo que debiera ser una ciencia del comportamiento integrada, parsimoniosa y pragmática. Aunque durante mucho tiempo cada una permaneció en sus propios nichos, tratando de diferenciarse del resto de sus pares, hoy en día es cada vez más claro que las ciencias sociales deben aspirar a construir una base homogénea para la comprensión y para la acción, en tanto un entendimiento efectivo de los problemas públicos es necesario para estar en una mejor posición para resolverlos o –al menos- para hacerlos menos graves.

En 2010, el Primer Ministro Británico David Cameron creó el Behavioral Insights Team como oficina encargada de desarrollar y aplicar ciencia de la conducta para intervenir sobre problemas sociales. En 2015 Barack Obama le siguió los pasos y creo su propia unidad de Ciencias Sociales e Insights Conductuales para informar la política pública de los Estados Unidos. Dos años después, en 2017, Richard Thaler recibió el Premio Nobel de Economía por sus aportes a la economía conductual y por obras como su libro Nudge donde se ilustra de manera ágil y convincente cómo es que el estudio científico de la conducta humana puede ayudarnos a atajar problemas como estilos de vida poco saludables, el no ahorrar para el retiro o la escasez de donantes de órganos.

Escuchar esto ya es halagador, pero más lo es todavía el saber que muchos de los descubrimientos y propuestas de la psicología experimental que habían sido puestos sobre la mesa desde hace décadas coinciden o son perfectamente compatibles con lo que proponen los economistas conductuales. En BPP somos conscientes de esta convergencia y apostamos por la integración de las ciencias sociales. Para hacerlo rescatamos la ya consolidada perspectiva científica del Análisis Experimental del Comportamiento, la sacamos de sus nichos tradicionales dentro de la clínica y la educación, y la llevamos a la esfera pública para aplicarla a la resolución de problemas sociales. Estamos convencidos de que la agenda de investigación y las herramientas tecnológicas del Análisis Experimental han de conducirnos por una vía fructífera para lograr nuestros objetivos: si entendemos mejor, actuamos mejor.

En este blog encontrarás notas, artículos y documentos de trabajo que discuten la coyuntura política, económica y científica de México y el mundo tratando de usar el lente de la ciencia conductual para arrojar luz nueva sobre estos fenómenos sociales. Si participas en la vida política, la academia, estudias alguna ciencia social o eres un profesional cuya labor implica lidiar con personas, seguro encontrarás algo de interés por aquí (compartir también ayuda ;) ). Gracias por acompañarnos en este proyecto.


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* Isaac Vázquez es politólogo y psicólogo científico. Es presidente y cofundador de BPP A.C.

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