Anatema de Darwin al Antropocentrismo: Calavera Literaria

¡Cuánta arrogancia, Catrina! ¡Cuánta ciega pedantería!
Que después de tanto tiempo aún puedan hallar “peros” 
al hecho de ser, como todos, de carne, uña, piel y hueso.
¡Que hay alma! ¡Que hay mente! —arguyen los Sapiens vivientes—
Ningún perro —ni aunque sea de los que ojos de persona tienen—,
nos ha hablado nunca de las verdades subjetivas del inconsciente.
Nunca ningún mono o primate, por más astuto que digan que fuese,
ha escrito versos como los que escribió alguna vez Paz o Fuentes.

¡Puras patrañas! Se los digo:
esto es volvernos de nuevo a los creacionistas del siglo diecinueve…
Tú lo sabes, Blanca Muerte, ¿Qué va a andar siendo todo esto, 
sino producto de la evolución de aparato fonador y cerebro decentes?...

En la tierra hay huesos de titíes, caballos, humanos y osos hormigueros,
da lo mismo si están amontonados en tzompantlis, osarios o mausoleos.
El alma es uno entero —no el encéfalo, la neurona o los nervios—, 
y se muere el alma con uno al ser ella tan de carne como el cuerpo.

Preferirían ver al espejo reventar, o qué tú, Catrina, con anticipación llegaras,
antes que concebir al “primo pichón”, al “camarada bonobo” o la “amiga suricata”,
todo por evitar presenciar la inevitable abolición de la escala “natural”,
todo con tal de no aceptar que es nuestro el mundo de vivos y muertos;
de personas, pero también de bichos, hongos, bacterias y ratas…

No sé de qué valga resistirnos en tanto plaga.
Tal vez sea mejor resignarse ya y dejar a lo suyo 
las presiones selectivas de aires y mares que matan;
que el mundo se detenga y puedas al fin contarnos
cómo el universo, la historia y los clados acaban.

- Isaac Vázquez

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