Modelando las opciones de dieta


Por Jonathan M. Gilligan (@jg_environ)* | Traducción al español por Jorge Guzmán (@JorgeGuzman_)**

La compañía WeWork recientemente generó una feroz controversia al prohibir la carne en las comidas que subsidia, con el fin de reducir el impacto de la compañía en el clima [1]. Reducir el consumo de carne puede disminuir considerablemente las emisiones de gases de efecto invernadero, pero ¿es la política draconiana de WeWork la mejor manera de lograrlo? La elección de la dieta es compleja y está influenciada por muchos factores que interactúan entre sí. A pesar de la gran cantidad de investigación, todavía no sabemos qué medidas políticas son eficaces para cambiar las dietas. En este número de Nature Sustainability, Eker y sus colegas [2] incorporan las opciones dietéticas en un modelo de uso de la tierra, emisiones de gases de efecto invernadero y cambio climático con el fin de arrojar luz sobre lo que podría conducir a una transición global lejos del consumo de carne. 

La producción ganadera —especialmente la de rumiantes, como el ganado vacuno y ovino— es responsable de alrededor del 18% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero [3], por lo que la reducción del consumo de carne puede desempeñar un papel importante en la lucha contra el cambio climático. Los lugares de trabajo como WeWork están comenzando a implementar una variedad de políticas para lograr esto. De manera menos coercitiva, el Departamento de Gestión, Sociedad y Comunicación de la Escuela de Negocios de Copenhague hace de la comida vegetariana la opción por defecto, pero permite a la gente optar por no participar y pedir carne si así lo desean [4]. Esta política fue efectiva y popular: en sus primeros seis meses, el 90% de los pedidos de comida eran vegetarianos y la mayoría de la gente apoyaba la continuación de la política [4]

El cambio de comportamiento puede hacer una importante contribución a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero [5],[6] pero para lograr esas reducciones necesitamos saber cuál sería el efecto si todos hicieran el cambio y también cuántas personas cambiarían realmente su comportamiento en el marco de una política bien diseñada[6]. Los beneficios ambientales potenciales de la reducción del consumo de carne han sido bien documentados [3], pero los investigadores y los encargados de formular políticas tienen una comprensión limitada sobre cuán efectivas serían las diferentes políticas para cambiar el comportamiento dietético. Esta ignorancia es un obstáculo para el diseño de políticas útiles. 

Los modelos de evaluación integrados (IAM) son herramientas útiles para explorar las conexiones entre la sociedad y el mundo natural. Por ello, pueden apoyar el diseño y análisis de políticas de cambio climático [5]. Permiten una evaluación cuantitativa de los impactos de las posibles políticas para poder comparar los escenarios de políticas. También permiten a los investigadores examinar la solidez de esas políticas frente a las incertidumbres inherentes a los procesos descritos en los modelos. Sin embargo, hasta hace poco, los IAMs han incluido el comportamiento en términos económicos simplistas, sin prestar atención a las importantes aportaciones de la ciencia del comportamiento [5][7][8].

Eker et al. presentan un IAM que conecta la dieta, el uso de la tierra y las emisiones de gases de efecto invernadero. Los cambios en las dietas se modelan sobre la base de las teorías psicológicas del comportamiento planeado y la motivación de la protección. La teoría del comportamiento planeado, que ha sido ampliamente utilizada en contextos ambientales, se centra en el papel de las normas sociales en la configuración del comportamiento: la creciente percepción pública de que ciertos comportamientos individuales crean riesgos compartidos eventualmente conduce a la aparición de normas sociales que condenan tales comportamientos Las personas se preocupan por los valores que son prominentes dentro de su comunidad y entre otras personas cercanas a ellas (por ejemplo, el papel de la presión social). Por lo tanto, a medida que las normas sociales se desarrollan e intensifican, es más probable que las personas cambien su comportamiento. La teoría de la motivación de la protección, ampliamente utilizada en contextos de salud, se centra en el riesgo individual: es más probable que alguien cambie su comportamiento si cree que el cambio reducirá el riesgo o el impacto de una amenaza percibida. En ambas teorías es menos probable que las personas cambien su comportamiento si perciben obstáculos sustanciales para realizar el cambio (baja percepción de autoeficacia). Eker et al. consideran dos tipos de riesgo asociados con el consumo de carne: los riesgos para la salud, que siguen la teoría de la motivación de la protección, ya que el riesgo de cada individuo es impulsado por sus propias necesidades, y los riesgos climáticos, que siguen la teoría del comportamiento planeado porque el riesgo está impulsado por el comportamiento colectivo. Las percepciones de cada tipo de riesgo se basan en la conciencia pública de los riesgos: la conciencia de los riesgos para la salud es proporcional al número de muertes asociadas con el consumo de carne roja y la conciencia de los riesgos climáticos es proporcional a la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos. 

En la medida de lo posible, los investigadores calibran el modelo utilizando datos empíricos publicados. Cuando hay incertidumbre sobre los valores de los parámetros, los autores utilizan el muestreo de Monte Carlo para realizar un análisis de sensibilidad. 

Los investigadores modelan cuatro escenarios de cambio de dieta. En cada uno las emisiones de gases de efecto invernadero de la producción de alimentos disminuye a medida que aumenta el número de vegetarianos. Sin embargo, los resultados muestran que el tipo específico de dieta que siguen los consumidores de carne tiene un mayor impacto que el número de vegetarianos. En un escenario en el que el 90% de la población reduce el consumo de carne roja al tiempo que continúa comiendo aves y pescado (una dieta flexitaria) y el 10% sigue dietas veganas, las emisiones de gases de efecto invernadero son mucho menores que en un escenario en el que el 50% sigue una dieta "de referencia" de consumo de carne y el 50% sigue una dieta ovo-lactovegetariana. 

Por lo tanto, reducir el consumo de carne roja en general parece tener un mayor beneficio ambiental que persuadir a una fracción más pequeña de la sociedad para que se convierta en vegetariana o vegana. El mismo marco teórico también podría utilizarse para estudiar una transición de dietas intensivas en carne a dietas flexitarias, y puede ser mucho más fácil convencer a los consumidores de carne para que reduzcan el consumo de carne roja a que se conviertan en vegetarianos. 

Los resultados muestran que los factores más importantes que impulsan el cambio en la dieta incluyen las normas sociales entre los jóvenes, la autoeficacia entre las mujeres y la preocupación por los riesgos para la salud, mientras que los riesgos climáticos percibidos no parecen importar. Este hallazgo es consistente con estudios empíricos previos que encontraron no sólo que las preocupaciones de salud eran un factor más poderoso para reducir el consumo de carne, sino también que invocar las preocupaciones ambientales podría resultar contraproducente e inhibir el cambio en la dieta[9]

El modelo de Eker y sus colegas tiene limitaciones: se basa en teorías psicológicas y datos que provienen en gran medida de estudios de las naciones occidentales industrializadas y muchos parámetros no pudieron ser bien estimados a partir de investigaciones publicadas. Se necesita más investigación para llenar estos vacíos en nuestro conocimiento, y las pruebas de sensibilidad reportadas proporcionan una guía para futuras investigaciones. 

Es una buena noticia que reducir ampliamente el consumo de carne roja tiene mayor impacto que aumentar el vegetarianismo, porque en Estados Unidos -uno de los mayores consumidores de carne de res del mundo- el consumo per cápita de carne se ha reducido en aproximadamente un tercio desde 1970 y esto ha producido una reducción neta de las emisiones per cápita relacionadas con los alimentos [10],[11]. A pesar de esta tendencia, la dieta media en los EE.UU. todavía está lejos de ser flexitaria, pero modelos como el que aquí se discute tienen el potencial de identificar políticas que podrían acelerar los cambios hacia un menor consumo de carne roja. 

El cumplimiento de los compromisos en materia de cambio climático requerirá reducciones profundas y rápidas de las emisiones relacionadas con la energía y los alimentos. Los IAM informados por la ciencia del comportamiento actual pueden jugar un papel importante en el diseño de políticas para lograr estos recortes. Hay mucho trabajo por hacer, pero Eker et al. han dado un paso importante en esa dirección.


Referencias 
  1. Gelles, D. The New York Times BU 3 (20 July 2018); https://go.nature.com/2XK8ux0
  2. Eker, S., Reese, G. & Obersteiner, M. Nat. Sustain. https://doi.org/10.1038/s41893-019-0331-1 (2019). 
  3. Stehfest, E. et al. Clim. Change 95, 83–102 (2009). 
  4. Bauer, J. The Business of Society Blog (25 June 2018); https://go.nature.com/2XGUpVZ
  5. Creutzig, F. et al. Nat. Clim. Change 8, 260–263 (2018).
 
  6. Dietz, T., Gardner, G. T., Gilligan, J., Stern, P. C. & Vandenbergh, M. P. Proc. Natl Acad. Sci. USA 106, 18452–18456 (2009).
 
  7. Beckage, B. et al. Nat. Clim. Change 8, 79–84 (2018).
 
  8. Gilligan, J. M. Nat. Clim. Change 8, 14–15 (2018).
 
  9. de Boer, J., Schösler, H. & Boersema, J. J. J. Environ. Psychol. 33, 1–8 (2013).
 
  10. Bergen, S. Less Beef, Less Carbon (Natural Resources Defense Council, 2017); https://go.nature.com/2xFDFin
  11. Food Availability (Per Capita) Data System (US Department of Agriculture, 2019); https://go.nature.com/2xHkJA7
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Texto publicado originalmente la revista Nature Sustainability, bajo el título «Modelling diet choices».
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* Jonathan M. Gilligan (@jg_environ) es Profesor Asociado de Ciencias de la Tierra y Ambientales, así como Director Asociado de Investigación de la Red de Investigación sobre Cambio Climático de la Universidad de Vanderbilt, Nashville, Tennessee, EEUU.

** Jorge Guzmán (@JorgeGuzman_) es politólogo y publiadministrativista por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Actualmente es Coordinador General de Proyectos en BPP A.C.

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