Desinformación en las redes: más susceptibles de lo que imaginamos


Por Darren Lilleker (@DrDGL) | Traducción al español por Jorge Guzmán*(@JorgeGuzman_)

La desinformación en línea funciona, o eso parece. Una de las estadísticas más interesantes de las elecciones generales del Reino Unido de 2019 fue que el 88% de los anuncios publicados en las redes sociales por el Partido Conservador impulsaron cifras que ya habían sido consideradas engañosas por la principal organización de verificación de hechos del Reino Unido, Full Fact. Y, por supuesto, los conservadores ganaron las elecciones por un cómodo margen.

Las empresas de Internet como Facebook y Google están tomando algunas medidas para limitar la desinformación política. Pero con Donald Trump apuntando a la reelección en 2020, parece probable que veamos tantas declaraciones falsas o engañosas en línea este año como en el pasado. Internet, y los redes sociales en particular, se han convertido efectivamente en un espacio donde cualquiera puede difundir cualquier afirmación que desee, independientemente de su veracidad.

Sin embargo, ¿hasta qué punto las personas creen realmente lo que leen en línea, y qué influencia tiene realmente la información errónea? Pregúntele a la gente directamente y la mayoría le dirá que no confían en las noticias que ven en las redes sociales. Y un estudio histórico en 2019 encontró que el 43% de los usuarios de las redes sociales admitieron haber compartido contenidos inexactos. Por lo tanto, la gente es ciertamente consciente en principio de que la desinformación es común en línea.

Pero si se le pregunta a las personas dónde se enteraron de los "hechos" que respaldan sus opiniones políticas, la respuesta será a menudo las redes sociales. Un análisis más complejo de la situación sugiere que para mucha gente la fuente de información política es simplemente menos importante que la forma en que encaja con sus puntos de vista existentes.

Pensamiento engañoso

La investigación sobre el referéndum del Brexit en el Reino Unido y las elecciones generales de 2017 reveló que los votantes frecuentemente informaron que sus decisiones se basaban en argumentos muy equivocados. Por ejemplo, un votante explicó que el Brexit detendría la toma de la calle principal británica por parte de compañías extranjeras como Costa Coffee (que era británica en ese momento). De manera similar, un votante de Remain habló de deportaciones masivas de cualquier residente no nacido en el Reino Unido si el país salía de la UE, una política mucho más extrema que cualquier otra propuesta hecha por los políticos durante la campaña.

Durante las elecciones de 2017, los encuestados hicieron varias afirmaciones que cuestionaban injustamente la humanidad de la líder conservadora Theresa May. Por ejemplo, algunos señalaron falsamente que ella promulgó leyes que llevaron a que se colocara un revestimiento inflamable en el exterior de la Torre Grenfell, el bloque de apartamentos de Londres que se incendió en junio de 2017, matando a 72 personas. Otros llamaron a su oponente laborista Jeremy Corbyn simpatizante del terrorismo o víctima de una conspiración para desacreditarlo por parte de las élites militares e industriales. El hilo conductor fue que estos votantes obtuvieron la información para apoyar sus argumentos en las redes sociales.

¿Cómo explicamos la aparente paradoja de saber que las redes sociales están llenas de información errónea y, sin embargo, se basan en ellas para formar opiniones políticas? Necesitamos analizar más ampliamente en torno a lo que se ha denominado como la post-verdad. Esto implica un escepticismo de todas las fuentes oficiales de noticias, una dependencia en las creencias existentes y en los prejuicios formados por consideraciones profundamente arraigadas, así como una búsqueda de información que confirme el sesgo en oposición al pensamiento crítico.

La gente juzga la información en función de si la encuentra creíble en lugar si está respaldada por evidencia. La socióloga Lisbet van Zoonen llama a esto el reemplazo de la epistemología —la ciencia del conocimiento— por la "i-pistemología", la práctica de hacer juicios personales.

La falta de confianza en las fuentes de la élite, en particular los políticos y los periodistas, no explica del todo este rechazo a gran escala del pensamiento crítico. Pero la psicología puede aportar algunas respuestas potenciales. Daniel Kahneman y Amos Twersky desarrollaron una serie de experimentos que exploraron bajo qué condiciones es más probable que los humanos saquen conclusiones sobre un tema específico. Argumentan que la inteligencia tiene poco impacto en la toma de decisiones mal informadas.

Las pruebas de inteligencia demuestran la capacidad de realizar razonamientos lógicos, pero no pueden predecir que se realizarán en cada momento que se necesiten. Como he argumentado, necesitamos entender el contexto de las decisiones de las personas.

El votante indeciso promedio es bombardeado con argumentos de los líderes políticos, especialmente en los escaños marginales o en los estados indecisos que pueden marcar la diferencia en el resultado de una elección. Cada político ofrece un relato redactado de sus políticas o las de sus oponentes. Y los votantes son conscientes de que cada uno de estos políticos está tratando de persuadirlos y por eso mantienen un escepticismo saludable.

El votante promedio también tiene una vida muy ocupada. Tiene un trabajo, tal vez una familia, cuentas que pagar y cientos de asuntos urgentes que atender en su vida diaria. Saben la importancia de votar y tomar la decisión correcta, pero les cuesta navegar por la impugnada comunicación electoral que reciben. Quieren una respuesta simple a ese viejo enigma, quién más o quién menos merece mi voto.

Así que en lugar de realizar un análisis crítico sistemático de cada evidencia que encuentran, buscan temas específicos que ven como una brecha entre los políticos en competencia. Aquí es donde las noticias falsas y la desinformación pueden ser poderosas. Por mucho que nos guste pensar que somos buenos para detectar noticias falsas y ser escépticos con respecto a lo que se nos dice, en última instancia somos susceptibles a cualquier información que facilite la toma de una decisión que parezca correcta, incluso si a largo plazo puede ser incorrecta.

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Texto publicado originalmente en el portal The Conversation bajo el título «You’re probably more susceptible to misinformation than you think».

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Darren Lilleker (@DrDGL) es Profesor Asociado de Comunicación Política en la Universidad de Bournemouth y Director del Centre for Comparative Politics and Media Research.

** Jorge Guzmán (@JorgeGuzman_) es politólogo y publiadministrativista por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Es Coordinador General de Proyectos en BPP A.C.

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