A prueba, la política pública conductual


Por Varun Gauri* (@varungauri) | Traducción por Gabino Martínez (@GabinoMartnez11)**

Las mejores respuestas al COVID-19 implican un cambio de comportamiento, que incluye el distanciamiento social, el uso de cubrebocas y, eventualmente, la aplicación de la vacuna. Entonces, ¿por qué la comunidad de políticas públicas de comportamiento, que abarca unidades de información de comportamiento gubernamentales y una variedad de organizaciones privadas y sin fines de lucro, ha desempeñado un papel marginal?

En su mayor parte, nuestro campo no estaba listo para una pandemia. No teníamos un playbook de comportamiento sobre los nudge, los incumplimientos y otras estrategias para mejorar el distanciamiento social, el uso de tapabocas, el aprendizaje a distancia, el trabajo en casa y las transferencias sociales. Un playbook habría proporcionado una opción por defecto para los políticos, cuyo propio ancho de banda está sobrecargado en tiempos difíciles como estos. En este sentido, la política pública conductual no era única. A pesar de las repetidas advertencias de que no estábamos preparados para una pandemia, los gobiernos y la sociedad en general fueron sorprendidos sin estar prevenidos. Pero al igual que las familias, cada comunidad descontenta con su respuesta a la pandemia es infeliz a su manera.

Ignoramos la historia. La política pública de comportamiento se basa en la idea de que los prejuicios, la heurística y los modelos psicológicos determinan la conducta. Si reformulas o modificas el contexto de toma de decisiones de las personas, cambias su comportamiento. Pero, ¿qué sucede cuando la gente responde a la conducta de otras personas y organizaciones, cada una actuando bajo la influencia, y en un entorno novedoso, de múltiples sesgos, heurísticos y modelos mentales? Eso es lo que sucede en una crisis. En el caso de COVID-19, las personas y las organizaciones tienen percepciones y apetitos de riesgo variables, modelos psicológicos de enfermedad, disposiciones para cooperar, estereotipos de nuestros grupos y confianza en el gobierno y la ciencia. La comprensión de interacciones como estas es el reino de la teoría de juegos de comportamiento que, lamentablemente, sigue estando muy lejos de ser usada en la mayoría de los contextos de políticas.

Entonces, ¿a dónde podemos recurrir para entender los sistemas complejos en crisis? Algunos de los hallazgos más útiles para la política de COVID-19 han consistido en comparar cómo respondieron las diferentes jurisdicciones a la pandemia de influenza de 1918-1919. Esos estudios examinaron, en conjunto, cómo interactuaron las organizaciones, la sociedad y las personas. Pudieron evaluar cómo las diversas intervenciones, y su calendario, cambiaron los comportamientos y los resultados epidemiológicos y económicos. Esos hallazgos fueron ampliamente difundidos, e influyentes, mientras se debatía la trayectoria inicial de las respuestas políticas al COVID-19. La historia puede ser leída y comprendida a través de varios lentes, como la teoría de la elección racional o las relaciones de clase. Necesitamos lecturas de la historia informadas por la conducta para salvar la brecha entre el comportamiento individual y los sistemas sociales.

No desarrollamos sistemáticamente las intuiciones. La política pública conductual se basa en ensayos controlados aleatorios (ECA). Sin un ECA que nos respalde, la mayoría nos inclinamos a permanecer en silencio. La búsqueda de evidencia es, por supuesto, loable, pero incluso dejando de lado el problema de que los ECA pueden decirnos menos de lo que pensamos acerca de cómo funcionará una intervención en un entorno diferente, la dependencia de los ECA como una muleta es un problema cuando se necesita hacer recomendaciones rápidamente. Sería útil para el campo pre-registrar, sistemáticamente, nuestras conjeturas sobre qué intervenciones funcionan mejor, y regresar y aprender dónde nos equivocamos o acertamos, para que podamos refinar nuestras intuiciones de comportamiento. El portal FiveThirtyEight ha estado pidiendo a los expertos que estimen los resultados del coronavirus en los Estados Unidos en un futuro próximo. En su primera encuesta, las predicciones de los expertos, incluso con intervalos de confianza, subestimaron sustancialmente los casos reportados dos semanas después. Uno podría llamar a los ejercicios de intuición de este tipo "superpredictor conductual". Se dice que Paul Volcker dijo: "En una crisis, el único activo que tienes es tu credibilidad". Eso es para los líderes. Para los profesionales de la política, en una crisis su principal activo es su intuición experimentada.

Nos quedamos en nuestra caja de arena. El campo de la política pública conductual ha promovido el uso de marcos de bajo costo e intervenciones relacionadas para cambiar el comportamiento, en contraste con las leyes e incentivos de mano dura. En la crisis actual, entre las herramientas más poderosas para promover el distanciamiento social han sido los mandatos de los gobiernos nacionales y locales. Pero el poder de esas órdenes, al parecer, ha surgido de la cristalización de las normas sociales y la coordinación de la conducta, más que de la aplicación real y las sanciones. Vale la pena explorar la siguiente conjetura: en una crisis, las herramientas más poderosas para el cambio de comportamiento no consisten en leyes o incentivos (¿cuán creíble es la aplicación o la recompensa cuando todo el mundo está sobrecargado?) o en el framing y otras intervenciones conductuales (cómo escalarlas inmediatamente) sino en intervenciones en su intersección. El playbook necesita ideas detalladas sobre el significado social de la ley, y la importancia y significado social de los impuestos y subsidios.

La comunidad de políticas públicas conductuales es diversa, y muchas personas proponen ideas útiles para promover el lavado de manos, mejorar el aprendizaje a distancia y mantener la conexión social, entre otros desafíos. Pero sobre las grandes cuestiones, especialmente sobre el tamaño y la forma de las políticas económicas y de salud pública necesarias, el campo de la política pública del comportamiento no tenía mucho que decir. Cuando lo hizo, recurrimos con demasiada frecuencia a enumerar una de las listas (ya sobreexpuestas) de sesgos cognitivos que "explican" el miedo o la inacción, o peor aún, a proponer enfoques epidemiológicos sobre la base de pruebas limitadas y precedentes históricos.

Podemos y debemos desarrollar un playbook de comportamiento para las crisis. Esta pandemia está lejos de haber terminado. Habrá otra. ¿Has oído a alguien decir que no estamos preparados para las crisis climáticas?.

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Lecturas y recursos adicionales
  • Weyland, K. (2009). Bounded rationality and policy diffusion: social sector reform in Latin America. Princeton University Press. (Enlace)
  • Tetlock, P. E., & Gardner, D. (2016). Superforecasting: The art and science of prediction. Random House. (Enlace)
  • McAdams, R. H. (2015). The expressive powers of law: Theories and limits. Harvard University Press. (Enlace).
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Texto publicado originalmente en Behavioral Scientist, bajo el título «Behavioral Public Policy Faces a Crisis».

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* Varun Gauri (@varungauri) fue fundador y co-director de la unidad de ciencias del comportamiento del Banco Mundial. Es miembro de los consejos editoriales de las revistas Behavioral Public Policy y Health and Human Rights.

**Gabino Martínez (@GabinoMartnez11) es economista por la Facultad de Economía de la UNAM. Actualmente es Coordinador General de Investigación en BPP A.C.

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