El problema de la medicalización en salud mental


Sebastian Beristain M.*

¿Por qué medicar sería un problema?

La medicalización de la Salud Mental ha sido un tema común en la población occidental, las industrias farmacéuticas y de la salud han ganado terreno en la Psicología, Psiquiatría y Neurología. Estas disciplinas se están adhiriendo a los modelos que propone la industria de consumo y con ello están considerando problemas de la vida diaria (estrés, tristeza, etc.) como trastornos a tratar mediante fármacos.

Adherirse a estos modelos es un error, ya que consideran que el comportamiento se deriva de una función celular, intercambios químicos y eléctricos. No se niega que exista una correlación entre estos elementos. Sin embargo, el origen y mantenimiento de las  conductas y pensamientos no es derivado solamente de procesos fisiológicos. Este razonamiento unilateral da origen a grandes problemas en el campo de salud mental en el mundo. Al tomar en cuenta solo la variable biológica o interna se omite la multicausalidad, lo cual trae consigo metodologías de estudio incompletas y evidencias sesgadas que culminan en tratamientos farmacológicos de efectividad terapéutica dudosa, a veces inferior al efecto placebo (Moncrieff, Wessley y Hardy, 2005).
Los fármacos en salud mental se crean buscando incidir en los procesos biológicos de un organismo y, pese a las creencias populares, las causas biológicas de los trastornos mentales aun no son identificadas con precisión, es decir, “[n]o se conoce ningún marcador biológico sobre el que se pueda establecer la condición orgánica ni el diagnóstico diferencial de ningún trastorno mental” (Pérez, 2005, p. 322). Ejemplo de ello es la tan aclamada teoría “serotoninérgica”,  dicha teoría señala una relación directa entre la disfunción de este neurotransmisor y la depresión. Esta relación queda contradicha por una amplia variedad de investigadores (Schatzberg, Garlow y Nemeroff, 2002) (Lacasse y Leo, 2005). Además, se ha documentado que los artículos que apoyan esta teoría y relacionan los desequilibrios químicos con suicidio, agresividad e impulsividad tienen grandes errores metodológicos (Fergusson et al., 2005).

Aunado a lo anterior, las técnicas de neuroimagen tampoco parecen ser muestras fiables de la actividad cerebral (Benett et al., 2009). En algunos grupos de personas que presentan los mismos síntomas se ha encontrado variabilidad en las regiones cerebrales que “deberían” tener deficiencias según el modelo biológico (Wong y Van Tol, 2003).

Por otra parte, en ensayos pre clínicos (realizados en animales) es posible omitir estudios de toxicidad a largo plazo tanto reproductiva cómo carcinogénica, estos análisis incluyen la valoración de efectos adversos sobre cualquier aspecto de la reproducción o  del proceso por el cual las células normales se transforman en células cancerosas.

Por último, el marketing farmacéutico puede llegar a ser iatrogénico. La educación psico-farmacéutica en forma de propaganda directa o disfrazada de “información científica” alcanza tanto a profesionales de la salud como a la población en general. Estas prácticas provocan un sobre diagnóstico y por consecuencia la sobre medicación (Wazana, 2000): gracias a la presión industrial por parte de las grandes farmacéuticas ahora se prefiere los atajos biológicos a las terapias complejas.

¿Y si el “trastorno mental” podría ser en realidad un problema cotidiano, de vida?

Es cierto que somos organismos complejos por lo tanto los llamados “trastornos mentales” pasan por diferentes causas: reclamo social, condiciones económicas deficientes, marketing farmacéutico (cómo en el caso de la teoría serotoninérgica). No obstante, la mayoría de ellos son problemas de la vida: sufrimiento humano común visto desde la óptica clínica. Entonces, ¿existe alguna solución ante el continuo abuso de fármacos para tratar problemas de la vida?

Se propone que en lugar de seguir teorías basadas en el fármaco se sigan las teorías centradas en la persona, es decir, aquella que consume el fármaco. Esto incluye: hacer definiciones sistemáticas de la conducta/condiciones (Kerlinger, 1987)  que la persona refiere como problema (Nezu, Nezu y Cos, 2007)  y ejecutar procedimientos, siempre con base en las preferencias y deseos del sujeto sobre como modificar su conducta (Skinner, 1964).

La terapia de la conducta surge como la principal alternativa al modelo médico biológico. A diferencia del continuo uso de fármacos, la terapia de la conducta no siempre busca paliar los síntomas, eliminarlos, ni volver al sujeto “funcional” para reincorporarlo a sus labores. En su lugar, la terapia de conducta-contextual propone reorientar la vida del paciente con base en sus preferencias y en algunos casos evitar en la medida de lo posible la medicación y la hospitalización. Colegas del área de la salud, siempre recuerden: “escuchen a la persona, no al medicamento”.

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Fuentes:
  • B. F. Skinner (1970): Ciencia y conducta humana. Barcelona: Fontanella
  • C. R. Pryce et al (2005): Long-term effects of early-life environmental manipulations in rodents and primates:potential animal models in depression research», Neunscience and Biobehavioral Reviews,29, 6A9-67A.
  • D. B. Fisher (2003): «People are more important trian pills in recovery from mental disorders», Journal of Humanistic Psychology, 43, 2, 65-68.
  • D. Healy (2004): Let them eat Prozac. The unhealthy relationship between the pharmaceutical industry and depression, Nueva York: New York University Press.
  • F. Fosker y otros (2004): «Future antidepressants: what is the pipeline and what is missing?», CNSDrugs, 11,705-732.
  • Y. Agid y otros (2007): «How can drug discovery for psychiatric disorders be improved?»,Nature Reviews in Drug Discovery 6, 189-201.
  • F.N Kerlinger (1981). Enfoque conductual de la investigación del comportamiento. México: Interamericana (Ed. Original 1979).  
  • Nezu, A., Nezu. C. & Cos, T. (2007). Case formulation for the behavioral and cognitive therapies: A problem - solving perspective. En T. Eells (Ed.), Handbook
  • B.F. Skinner, (1964). The Science of Behavior and Human Dignity. Ponencia por invitación a la División de Psicología Social de la American Psychological Association.

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* Sebastian Beristain M. es psicólogo cognitivo-conductual por la UNAM y colaborador de BPP A.C. 

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