La inusitada oportunidad de crear una sociedad más equitativa


Por Shai Davidai [1], Martin Day [2], Daniela Goya-Tocchetto [3], Oliver Hauser [4], Jon Jachimowicz [5], M. Usman Mirza [6], Nailya Ordabayeva [7], L. Taylor Phillips [8], Barnabas Szaszi [9], and Stephanie Tepper [10] | Traducción por Jorge Guzmán*.

La desigualdad de ingresos en los Estados Unidos estaba en niveles históricos antes del impacto del coronavirus. Ahora, a medida que la enfermedad —y las implicaciones sociales y económicas que conlleva— se extiende por todo el país, es probable que cree brechas aún más profundas entre los pobres y los ricos.

Es más probable que los trabajadores de bajos ingresos hayan experimentado reducciones de ingresos y pérdidas de empleo, en parte porque es menos probable que puedan trabajar desde su casa; y es mayormente posible que hayan sido designados como trabajadores "esenciales" que, por la naturaleza de su labor, corren un mayor riesgo de estar expuestos al virus. Los trabajadores de bajos ingresos también tienen menos probabilidades de tener acceso a una buena atención de la salud, y menos posibilidades de someterse a la prueba y recibir tratamiento contra el COVID-19. Es probable que esta brecha cada vez mayor entre los ricos y los pobres se produzca a escala mundial, tanto dentro de los naciones como entre los países más pobres y los más ricos.

Dentro de este sombrío panorama, hay noticias tanto alentadoras como desmotivantes. Como científicos sociales que estudian los antecedentes y las consecuencias de las desigualdades sociales, nos anima ver que en países de todo el mundo se adoptan rápidamente medidas políticas para dirigir los pagos en efectivo a las personas de bajos ingresos, por ejemplo, mediante cheques de estímulo en los Estados Unidos, subsidios de desempleo asistidos por el gobierno del Reino Unido o el ingreso mínimo vital en España. También nos alienta el hecho de que los participantes en una encuesta reciente realizada en los Estados Unidos reconozcan que el virus ha aumentado la desigualdad de los ingresos y estén de acuerdo en que los gobiernos deben comprometerse a reducirla.

Al mismo tiempo, nos preocupa que la actitud que prevalece sea presa del sesgo del status quo, con políticos, responsables de políticas públicas y ciudadanía que desean restablecer "la forma en que estaban las cosas" antes de la crisis. De hecho, como las sociedades de todo el mundo funcionan actualmente en condiciones de incertidumbre y escasez económica, es más probable que la mayoría de nosotros se centre en soluciones inmediatas y a corto plazo, y se preocupe por lo que podría perder ahora o en el futuro, en lugar de imaginar lo que podría ganar.

Pero este momento es también una oportunidad para mirar más de cerca a la sociedad. Debemos reconocer que las condiciones de un mundo precoronavirus fueron fuertemente responsables de que este virus (y las consecuencias resultantes) fuera particularmente desastroso. Parafraseando al difunto sociólogo Charles Perrow, no existen los "desastres naturales". De hecho, no hay nada natural en los desastres porque su impacto es el resultado de la forma en que está estructurada la sociedad. Visto desde este punto de vista, el objetivo de los responsables de políticas durante la pandemia no debería ser el de restaurar de manera reactiva el status quo. En cambio, debería ser reestructurar proactivamente la sociedad, para que todos seamos más resilientes la próxima vez que ocurra un desastre.

Lograr este objetivo de resiliencia será necesario comprender claramente qué aspectos de la sociedad necesitan ser fortalecerse. Si bien es fundamental que los encargados de la formulación de políticas tengan en cuenta las disparidades de ingresos, también deben ampliar su enfoque. La crisis pone de relieve las conexiones profundamente arraigadas entre las múltiples dimensiones de las desigualdades en la sociedad. ¿Quién puede permitirse el lujo de arriesgarse a contraer una infección? ¿Quién puede llevar cubrebocas en público sin pensar en los perfiles raciales? ¿Quién asume las responsabilidades del cuidado de la infancia cuando madres y padres pueden trabajar desde casa? (Esta es una tendencia que se puede observar en nuestro propio campo, con las publicaciones en revistas —la moneda del éxito académico— que revelan mayores diferencias de género desde el inicio de la pandemia). Estas desigualdades siempre han estado presentes en nuestra sociedad, pero la pandemia es única en el sentido de que las pone de manifiesto todas simultáneamente.

Dado que la desigualdad es multifacética, los debates sobre políticas también deben serlo. Mientras que los políticos se han centrado en cómo distribuir un plan de "estímulo económico", este debate es insuficiente porque se centra únicamente en la restauración de los ingresos anteriores. En cambio, un futuro más resiliente requiere una integración de las diferentes dimensiones de la desigualdad que están íntimamente conectadas pero que a menudo son "invisibles".

La raza, el género, la edad y el nivel socioeconómico, entre otras dimensiones, siempre han sido "fracturas" a lo largo de las cuales se divide la desigualdad, pero esta crisis nos está ayudando a ver esas rupturas más claramente, y todo a la vez. Ahora que estas fallas han sido expuestas, los políticos de ambos lados del pasillo ya no pueden pretender que no están allí, o tratar con sólo una a la vez. Cicatrizar una rotura mientras se mantienen las otras sin control dejará a la sociedad expuesta a las mismas amenazas que está experimentando actualmente. Para reforzar a la sociedad en su conjunto debemos considerar al sistema como un todo.

Las políticas deben evaluarse por su potencial para abordar simultáneamente las múltiples dimensiones de la desigualdad y crear un campo de juego equitativo para la futura movilidad económica. Los ingresos son, obviamente, una dimensión que no debería perderse: los responsables de las políticas deberían asegurarse de que los beneficios que una economía reiniciada proporcionará inevitablemente se redistribuyan de forma más equitativa.

Las políticas deben evaluarse por su potencial para abordar simultáneamente múltiples dimensiones de la desigualdad y crear un campo de juego nivelado para la movilidad económica futura. Obviamente, el ingreso es una dimensión que no debe perderse: los responsables de las políticas deben asegurarse de que las ganancias que inevitablemente generará una economía reiniciada se redistribuyan de manera más equitativa.

Pero también debemos presionar por la necesidad de ir más allá de los ingresos. Podríamos, por ejemplo, usar el confinamiento para cambiar las normas relativas al cuidado de la infancia, como incentivar a mujeres y hombres por igual para que permanezcan en casa incluso después de que haya finalizado, o proporcionar apoyo gratuito para el cuidado de la infancia y su educación. Podríamos asegurar un acceso más equitativo a la atención sanitaria y al cuidado de la infancia independientemente de la situación laboral, los ingresos o la comunidad, y ampliar las protecciones legales por bajas a causa de enfermedad. Podríamos garantizar un acceso más igualitario a las conexiones de banda ancha que se han convertido en algo tan crucial en una época en la que los servicios en línea están transformando rápidamente nuestros sistemas educativos, financieros y sanitarios. No se trata de llamamientos partidistas, sino de propuestas basadas en evidencia científica sólida, acumuladas durante décadas de investigación en ciencias sociales.

Finalmente, como científicos sociales, entendemos el papel crucial que desempeña el tejido social en el que están insertas las personas, un papel que se vuelve especialmente crítico en tiempos difíciles. Las nuevas propuestas de políticas públicas podrían considerar el papel de las comunidades locales, que desempeñan un papel clave en la creación del bienestar psicológico y económico que mejora el efecto de las desigualdades.

Para fomentar unos vínculos comunitarios más fuertes, los encargados de la formulación de políticas podrían, por ejemplo, ofrecer incentivos a los hogares en forma de vales o reembolsos para canjear la asistencia de estímulo en las empresas locales, lo que también contribuiría a impulsar la economía a nivel local. Análogamente, los formuladores de políticas públicas pueden conceder subvenciones locales para habilitar a los organizadores de la comunidad local, que tal vez sean los más conscientes de las líneas divisorias en su comunidad y puedan encontrar las soluciones más adecuadas. Si bien es posible que esas intervenciones no reduzcan por sí solas la desigualdad, pueden contraer los efectos negativos de la desigualdad fortaleciendo los lazos comunitarios.

Estamos en un momento crucial de la historia moderna, uno en el que se han documentado paralelismos con la Gran Depresión. Ahora, como entonces, estamos viviendo un tiempo de crisis que también nos brinda la oportunidad de recomponer las desigualdades que hemos normalizado. Mientras que las políticas relativas a la Gran Depresión ayudaron a mitigar la desigualdad de ingresos en los Estados Unidos y Europa, las políticas actuales en respuesta al coronavirus deben ir más allá, reconociendo la existencia —y la interconexión— de diversos tipos de desigualdades.

La historia sugiere que el impacto de las pandemias en el orden socioeconómico depende de las decisiones políticas y de la voluntad de los encargados de la formulación de políticas. La reconstrucción requerirá un programa de acciones centrado en el largo plazo que distribuya equitativamente los recursos entre las personas, los grupos y las generaciones. Esta es una cuestión tanto pragmática como moral. Utilicemos este nuevo comienzo para establecer nuevas normas políticas y sociales que tengan el poder de reducir la desigualdad en el futuro. Habremos fracasado si volvemos a la forma en que estaban las cosas.

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Texto publicado originalmente en Behavioral Scientist, bajo el título «We have a rare opportunity to create a stronger more equitable society».

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[1] Shai Davidai (@ShaiDavidai) es profesor asistente de administración en la Universidad de Columbia. Obtuvo su doctorado en psicología social y de la personalidad en la Universidad de Cornell en 2015.

[2] Martin Day (@MartyVDay) es profesor asistente de psicología en la Universidad Memorial de Newfoundland.  Estudia la cognición social, es decir, cómo la gente le da sentido a la sociedad.

[3] Daniela Goya-Tocchetto es estudiante de doctorado en administración y organizaciones en la Escuela de Negocios Fuqua de la Universidad de Duke.

[4] Oliver Hauser es profesor asociado de economía en la Universidad de Exeter. Obtuvo su doctorado en la Universidad de Harvard y realizó estancias de postdoctorado en la Harvard Business School, la Harvard Kennedy School y Yelp.com.

[5] Jon Jachimowicz (@jonj) es profesor asistente de administración de empresas en la Unidad de Comportamiento Organizacional de la Escuela de Negocios de Harvard. Obtuvo su doctorado en la Escuela de Negocios de Columbia.

[6] M. Usman Mirza (@UsmanMirzaMUM) es investigador y profesor en la Escuela de Negocios y Economía de la Universidad de Maastricht. Anteriormente fue investigador del doctorado Early Stage Marie Skłodowska-Curie en la Universidad de Wageningen, Países Bajos.

[7] Nailya Ordabayeva es profesora asociada de marketing en la Escuela de Administración Carroll, Boston College. Tiene un doctorado en gestión de INSEAD.

[8] L. Taylor Phillips es profesora asistente de administración y organizaciones en la Universidad de Nueva York, Escuela de Negocios Stern. Obtuvo su doctorado de la Escuela de Negocios de la Universidad de Stanford en 2016.

[9] Barnabas Szaszi (@szaszibarnabas) es profesor adjunto en la Universidad Eotvos Lorant, Hungría. Antes de eso, obtuvo una licenciatura en economía y psicología y realizó investigaciones en la Columbia Business School como becario Fulbright.

[10] Stephanie Tepper (@stephanietepper) es estudiante de doctorado en psicología social en la Universidad de Cornell. Anteriormente, fue investigadora del comportamiento en el Centro para la Visión Avanzada de la Universidad de Duke. 

* Jorge Guzmán (@JorgeGuzman_) es politólogo y publiadministrativista por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Es Coordinador General de Proyectos en BPP A.C.

Comentarios

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