Ahora, todas las personas somos votantes novatas


Por Tom Tasche* (@trtasche) | Traducción por Esteban Mercado**

Mi primera elección votando por correo fue casi mi primera elección sin votar. Antes de un largo viaje al extranjero en el otoño de 2018, solicité una boleta en ausencia para las elecciones de mitad de período de noviembre, rompiendo así una racha de votaciones en persona que comenzó en la cafetería de mi escuela primaria en 2008. Votar en persona era habitual. Votar por correo no lo era, así que tomé medidas cuidadosas para asegurarme de que mi voto fuera contado. Después de recibir mi boleta y marcar mis opciones, firmé donde se me pidió, sellé el sobre de forma segura e hice un viaje especial a la oficina de correos para comprar el envío de vuelta correspondiente. Incluso puse mi boleta completa en el refrigerador el día antes de mi partida, creando un recordatorio visible para dejarla en el buzón antes de salir. Pero la costumbre superó mis mejores esfuerzos: en mi camino al aeropuerto al día siguiente me di cuenta de que había olvidado mi boleta en la prisa por salir de casa.

Este año electoral, muchos americanos intentarán votar de una forma nueva y se encontrarán con obstáculos inesperados. Con el coronavirus interfiriendo con los calendarios tradicionales de votación en las jurisdicciones de los Estados Unidos, millones de votantes participarán en las elecciones de 2020 de formas que serán nuevas e inusuales para ellos. En mi caso, tuve la suerte de percatarme del descuido a tiempo para volver a casa y depositar mi voto. Pero si no apreciamos plenamente las consecuencias del cambio de contexto de la votación de este año, es posible que no todas las personas tengan tanta suerte, y la participación en las elecciones de este año podría sufrir un duro golpe.

Como lo demostraron las primarias de este año en Wisconsin y Georgia, el modelo tradicional de votación, es decir, ponerse de pie en filas muy concurridas el día de las elecciones para emitir un voto en su centro de votación local, ya no es sostenible dada nuestra nueva realidad dominada por la pandemia. Para fortalecer nuestros sistemas electorales contra el coronavirus, los funcionarios de todos los niveles de gobierno están adoptando rápidamente nuevas medidas (como la ampliación del voto por correo y la prolongación de los períodos de votación anticipada) antes de la contienda presidencial de este noviembre. Estos cambios están revirtiendo características familiares de la experiencia de voto en todo el país.

En ausencia de inversiones proactivas en la educación pública y el diseño de sistemas inteligentes, estos cambios abruptos corren el riesgo de socavar la participación introduciendo nuevos obstáculos para los votantes y eliminando los procesos familiares en torno a los cuales muchas personas en los Estados Unidos han construido fuertes hábitos de involucramiento cívico. Con el fantasma de un rebrote de la COVID-19 siempre presente, una elección que anteriormente se predijo que elevaría la participación de los votantes a un nivel sin precedentes, ahora corre el riesgo de establecer un récord diferente de participación históricamente baja en una nación que ya se caracteriza por tasas sombrías.

A no ser que seamos capaces de aprender de nuestros estudiantes. 

Hace unos años, mis colegas de la firma de diseño de ciencias del comportamiento sin fines de lucro ideas42 se propusieron investigar por qué los estudiantes votan a tasas que consistentemente caen por debajo de otros grupos demográficos. Hablando con una muestra diversa de estudiantes, administradores, presidentes de universidades y profesionales de la participación cívica de todo el país, encontramos que la clave para entender por qué los estudiantes no participan en las elecciones para las que son elegibles tiene menos que ver con su estatus como estudiantes o su edad; en cambio, se trata de su novedad en el proceso de votación en sí.

En otras palabras, lo que distingue a estudiantes de grupos con mayores índices de participación es lo poco familiar que les resulta el voto y lo alejado que está de su vida cotidiana en el campus. Dados los inminentes cambios de noviembre, esta novedad se aplica ahora a todos nosotros. Las personas estadounidenses que desean participar en las elecciones - votantes primerizos, ocasionales y constantes - tomarán decisiones y acciones en un ambiente desconocido. Nuestro trabajo sobre el voto estudiantil apunta a tres ideas de la ciencia del comportamiento que pueden ser aplicadas para ayudar a toda la población a votar en el 2020.

Dar a los votantes información clara, creíble y aplicable para navegar por la nueva incertidumbre alrededor de los procesos de elección

Cuando experimentamos ambigüedad e incertidumbre sobre una decisión, tendemos a alejarnos de ella, dejando de actuar. Los nuevos votantes inevitablemente se enfrentan a mucha ambigüedad e incertidumbre en torno a las elecciones, cosas sobre cómo votar, si tienen que votar en cada contienda, qué dirección utilizar al inscribirse si reclaman más de una residencia (como hacen muchos estudiantes), y así sucesivamente. Ambigüedades y preocupaciones similares se sentirán en todo el electorado en nuestro nuevo entorno de votación si el colegio electoral local ya no está disponible, o ya no se siente como una opción segura.

Para empeorar las cosas, los nuevos votantes también temen que un error en algún punto del camino pueda llevar a consecuencias nefastas. En el caso de los estudiantes, el temor de que inscribirse para votar en el lugar equivocado podría comprometer su situación de ayuda financiera o resultar en una responsabilidad legal, a menudo lleva a los estudiantes a optar por no participar en las elecciones para evitar el riesgo de equivocarse. Además de añadir complejidad a los procesos electorales existentes, la COVID-19 introduce una novedosa dimensión de incertidumbre en torno a los riesgos para la salud de las diferentes opciones de voto que, probablemente, actuará como un freno similar a la participación de las personas votantes.

Para mantener una participación sólida en este escenario, será esencial proporcionar a la población votante información fiable, clara y procesable sobre la forma de votar de manera segura y correcta. Esto significa establecer comunicaciones proactivas de fuentes de confianza sobre el proceso de votación que anticipen las preguntas y preocupaciones de quienes votan por primera vez, como solicitar boletas por correo o utilizar buzones de votación. Estas campañas de información deben abordar la desinformación relacionada con las elecciones sin reforzar involuntariamente los mitos, haciendo que las falsedades sean más destacadas. Al mismo tiempo, estos esfuerzos por educar al público deben calibrarse frente al riesgo de sobrecargar a los votantes con tanta información que se desentiendan por completo.

Además de proveer a los electores con la información que necesitan, también es importante proporcionarles instrucciones y herramientas fáciles de usar para ayudarles a devolver las boletas y asegurarse de que sean contadas una vez que comience la votación. Errores comunes como el olvido de firmar las boletas o el envío demasiado tarde dan lugar a miles de boletas rechazadas, en el mejor de los casos, y la evidencia de las elecciones primarias de este año sugiere que las tasas de rechazo podrían ver un angustioso aumento en una elección en la que millones de personas en los Estados Unidos están recién autorizadas a votar por correo. En las jurisdicciones en las que está disponible, el seguimiento de las boletas ofrece una poderosa herramienta que, por un lado, da a los electores una mayor visibilidad del proceso de votación por correo y, por otro, permite a los funcionarios electorales comunicarse con los votantes en tiempo real sobre cómo corregir los errores que impiden que sus boletas sean contadas.

Encontrar formas de hacer que el voto por correo sea más visible para los votantes y sus compañeros para mantener una norma de participación

Las normas percibidas ejercen una poderosa influencia en nuestro comportamiento. En resumen, nos fijamos en lo que los demás hacen, o no hacen, al decidir lo que debemos hacer. En los campus universitarios, aprendimos que las elecciones y las actividades relacionadas con el voto, a menudo, no son muy visibles -las señales de las campañas pueden ser menos abundantes, y no es probable que los encuestadores vayan a las casas de los estudiantes- lo que significa que los estudiantes que están considerando si votar o no, probablemente no encuentren ninguna pista que refuerce una norma de participación generalizada. Si bien las opciones flexibles como la votación anticipada extendida o el voto por correo ofrecen a las personas que votan modos convenientes, confiables y seguros de emitir su sufragio en las próximas elecciones, también corren el riesgo de replicar estas circunstancias en todo el electorado al hacer que el voto sea una conducta mucho menos visible.

La votación en persona el día de las elecciones deja mucho que desear en términos de accesibilidad y conveniencia, pero desde una perspectiva conductual, las largas colas en colegios electorales abarrotados tienen la ventaja de comunicar una norma de participación política durante un momento destacado de la acción colectiva. En un contexto en el que la votación tendrá lugar a distancia, el reto de hacer visible la participación se verá incrementado para todas las personas. Las intervenciones sencillas que hacen que la elección sea más destacada para los posibles votantes pueden tener un gran impacto al comunicar que la participación es la norma, pero el libro de jugadas estándar necesita revisiones para la era COVID.

Las medidas convencionales como las pegatinas de "Yo voté", por ejemplo, no serán tan efectivas bajo las medidas de "quedarse en casa". Reconociendo este desafío, las administraciones competentes han encontrado formas de enviar señales de participación a prueba del virus, como la inclusión de equivalencias digitales de las tan apreciadas pegatinas en las notificaciones de seguimiento de las elecciones que los votantes pueden compartir con las redes sociales. Soluciones como el botón "Yo voté" de Facebook o los filtros electorales de Snapchat son otros pequeños ejemplos de los tipos de innovaciones que pueden aumentar la conciencia pública y la responsabilidad en torno al acto individual de votar en los próximos meses.

Apoyar a los electores para que soporten la pesada carga cognitiva de cumplir con su intención de votar

Un principio fundamental de la ciencia del comportamiento es la distinción entre la intención y la acción, la brecha entre lo que queremos hacer y lo que realmente terminamos haciendo. En los campus universitarios, encontramos que el número de estudiantes que dicen que tienen la intención de votar supera el número de los que realmente votan. Una causa común de esta brecha entre intención y acción es la falta de planeación de la logística, como cuándo votar, dónde votar o conseguir una boleta, y con quién votar. Con tantas personas que no conocen el voto a distancia, traducir las intenciones en votos requerirá un esfuerzo cognitivo extra, incluso para los electores con un excelente historial de votos.

Para superar esta barrera, se ha demostrado que las intervenciones que concretan el acto de votar -como pedir a los votantes que hagan un plan sencillo que abarque el "dónde, cuándo, cómo y con quién" de la votación- han demostrado de manera fiable que impulsan la participación de los votantes. Para las personas nuevas en particular, que suelen no contar con la experiencia que permite a los votantes con hábitos de participación cívica más establecidos anticiparse y superar las molestias y obstáculos inherentes a la votación, la elaboración de esos planes puede ser una herramienta especialmente poderosa para promover el seguimiento de la intención de voto.

Incluso quienes tienen fuertes hábitos de voto podrían beneficiarse de un nudge para formular un plan concreto para navegar por un panorama electoral distinto a medida que se pierden las características familiares de los sistemas de votación. En particular, las personas que votan por primera vez por correo y aquellas que requieren servicios en persona son dos grupos a los que la administración electoral y las organizaciones que se dedican a la captación de votos deben dar prioridad para el apoyo y la divulgación, aun cuando el patrón convencional sugiera que son confiables. En general, necesitamos actualizar el catálogo de opciones, como las tarjetas de compromiso de los votantes, en torno a nuevas opciones de votación, y encontrar vías para solicitar garantías efectivas que sean coherentes con las directrices de sana distancia.

A medida que los estados y condados adaptan los sistemas para dar cabida a una elección justa y segura en las próximas semanas, también se deben hacer esfuerzos simultáneos para disipar la ambigüedad, reforzar una norma de participación y ayudar a la población estadounidense a establecer y cumplir sus intenciones de voto. La salud y el futuro de su democracia dependen de que el número de votantes que se incorporen al electorado en noviembre sea el mayor posible, y décadas de investigación sobre el comportamiento humano ayudan a proporcionar los instrumentos para hacerlo. 

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Lecturas y recursos adicionales
  • Neri, D., Leifer, J. & Barrows, A. (2016). Graduating students into voters. Overcoming the psychological barriers faced by student voters: a behavioral science approach. ideas42. (Enlace)
  • ideas42. (2020). Safe voter playbook. (Enlace)
  • Gerber, A., and Rogers, T. (2009). Descriptive Social Norms and Motivation to Vote: Everybody is Voting and So Should You. Journal of Politics, 71: 1-14. (Enlace)
  • Costa, M., Schaffner, B., & Prevost, A. (2018). Walking the walk? Experiments on the effect of pledging to vote on youth turnout. PLOS ONE, 13(5). (Enlace)
  • Nickerson, D., & Rogers, T. (2010). Do You Have a Voting Plan? Implementation Intentions, Voter Turnout, and Organic Plan Making. Psychological Science, 21(2): 194–99. (Enlace)
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Publicado originalmente en Behavioral Scientist, bajo el título: «We’re All New Voters Now».

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* Tom Tasche (@trtasche) es un colaborador senior de ideas42 donde aplica los conocimientos sobre el comportamiento en torno al compromiso cívico, la educación y la salud global.

** Esteban Mercado es politólogo y administrador público por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Actualmente es Vicepresidente de BPP A.C. 

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