¿Es comprensible la indignación por alterar cómo celebraremos las fiestas decembrinas por la Covid-19?


Por Daniel H. Stein*, Juliana Schroeder** (@J_R_Schroeder) y Nick Hobson*** (@NickMHobson) | Traducción por BPP Staff

Con las fiestas acercándose rápidamente y los casos y muertes por la COVID-19 alcanzando nuevos niveles, algunos funcionarios de los Estados Unidos instan, para limitar la propagación de COVID-19, a que la población altere sus celebraciones tradicionales.

Por ejemplo, el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, emitió una orden ejecutiva que limitaba a la gente a un máximo de 10 asistentes a la cena del Día de Acción de Gracias, y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades recomendaron precauciones similares.

En desafío directo a Cuomo, un sheriff del estado de Nueva York reportó que no hará cumplir la orden de Cuomo. "No tengo planes de utilizar los recursos de mi oficina o de los representantes para romper la gran tradición de la cena del Día de Acción de Gracias", dijo. "Esta festividad nacional ha creado tradiciones familiares de larga data que están en el corazón de América... Mi oficina respetará la santidad de su hogar y sus tradiciones".

El Día de Acción de Gracias es probablemente sólo el comienzo. Estamos entrando en "el primer invierno completo de la peor pandemia que hemos visto en un siglo", dijo William Hanage, profesor asociado de epidemiología en la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard. Por lo tanto, hay buenas razones para esperar que las restricciones de la COVID-19 se mantengan, si no que aumenten su severidad, con festividades como Navidad, Jánuca y Año Nuevo en el horizonte.

Algunas personas estadounidenses (como el sheriff del estado de Nueva York) parecen reacias a seguir las restricciones. Por ejemplo, el 38% de la población planea cenar el Día de Acción de Gracias con 10 o más participantes, desafiando las recomendaciones de los CDC. La investigación en ciencias del comportamiento sugiere por qué hay quienes pueden ser resistentes a seguir las regulaciones relacionadas con la COVID, incluyendo diferencias en las dimensiones de la personalidad, ideología política y percepción del riesgo. Nuestra investigación identifica otra razón por la que la gente puede desobedecer las restricciones: porque alterar los rituales antiguos se percibe como una afrenta a los valores sagrados.

En una serie de estudios, los cuales se publicarán en el Journal of Personality and Social Psychology, encontramos que la perturbación de los rituales, como la modificación de la celebración de una fiesta, provoca indignación moral porque tales representaciones reflejan los valores del grupo y, por lo tanto, parecen sagrados para sus integrantes. De hecho, cuanto más ceremonial es la actividad de una agrupación, es decir, cuanto más simbólica es la tarea para la colectividad y se realiza de una manera específica, más furia evoca la modificación de la misma.

Trastocar un rito es una violación moral porque no representan valores ordinarios: los rituales simbolizan los principios más preciados y sagrados de la comunidad. Piense en el caso de la ceremonia judía de la circuncisión (Brit Milah), que representa un pacto de sangre (literal) con Dios, o la Navidad, que celebra el nacimiento de Jesucristo y los rasgos que encarnó (por ejemplo, el altruismo y la compasión).

La justificación común para alterar los próximos eventos festivos —para salvar vidas— es también un valor sagrado. Cuando una entidad sagrada (por ejemplo, los valores americanos que subyacen a la libertad de celebrar las fiestas tal y como elegimos o practicar nuestra religión como lo hacemos normalmente) se enfrenta a otra entidad sagrada (por ejemplo, el derecho de cada persona a la vida), nos enfrentamos a una "trágica compensación". Con cualquiera de las dos opciones, las autoridades públicas violarán un valor sagrado -algo que se supone que es absoluto e inviolable- y, por lo tanto, provocarán la indignación moral y el desafío de las otras personas.

Como personas, también nos enfrentamos a una trágica compensación: adherirnos a estas restricciones, que pueden resultar frustrantes, solitarias y que pueden despojar a nuestra agencia, o ignorar las restricciones y conducir nuestras vacaciones como si todo fuera normal, algo que puede ser reconfortante pero que también nos expone a nosotros y a nuestros seres queridos a una posible infección.

Demostrando la ira que evoca la alteración de las actividades más ceremoniales, en un estudio pedimos a la ciudadanía de los EE.UU. que calificaran el grado de ritualismo de 15 días festivos diferentes. Específicamente, pedimos a quienes participaron que calificaran en qué medida cada fiesta ejemplificaba los componentes del ritual (como cuán significativo es y si incluye o no comportamientos rígidos y repetitivos). Cuando se enfrentaron a una hipotética alteración de la fecha de la fiesta, las personas participantes informaron de una mayor indignación moral (una medida de la ira y la inmoralidad percibidas por ellas mismas) cuando se modificaron las fiestas con características más ceremoniales (por ejemplo, el Día de Acción de Gracias) en comparación con las fiestas con características menos ceremoniales (por ejemplo, el Día de la Tierra). Esta relación se mantuvo incluso cuando se controlaba por otros posibles predictores de indignación, como la frecuencia con que los participantes celebraban la festividad por su cuenta. Para los resultados individuales de cada día festivo, véase la figura a continuación.


Alteraciones de las celebraciones de las fiestas e indignación: la relación entre un índice ritual estandarizado (los participantes en el grado en que perciben la fiesta como ceremoniosa) y la ira autodeclarada (recuadro A) y la inmoralidad percibida (recuadro B) cuando se altera la fiesta. La región gris refleja bandas de intervalo de confianza del 95%.

Pero, ¿hasta qué punto el hecho de tener una razón aparentemente buena para intervenir en un ritual —como la modificación en beneficio de la seguridad y la salud— reduce la indignación moral por la alteración? Esto es análogo a los debates públicos que estamos viendo desarrollarse ante nuestros ojos: los funcionarios del gobierno (como Cuomo) intentan modificar el ritual del Día de Acción de Gracias en nombre de la salud pública, pero se enfrentan a ciertas resistencias (como la respuesta del sheriff).

Probamos cómo las diferentes razones de una alteración ritual influyen en la indignación en otro experimento del ritual del Pledge of Allegiance en los Estados Unidos. Específicamente, la ciudadanía informó si sintieron alguna indignación, y si es así, en qué medida, al observar a otra persona sentada durante este acto. Las personas participantes aprendieron que la ciudadanía estadounidense tenía varias razones para permanecer sentada en diferentes condiciones experimentales, como tratar de ayudar a los Estados Unidos (haciendo que el país sea más inclusivo para quienes tienen alguna discapacidad), tratar de perjudicar a los Estados Unidos (socavando el sistema de valores del país), no poder estar de pie debido a una condición médica, y el olvidar estar de pie.

En cada condición, las personas participantes manifestaron estar más escandalizadas con quien permanecía sentada -y por lo tanto alteraba el ritual- en comparación con alguien que estaba de pie, excepto en la condición en que la persona era físicamente incapaz de estar parada porque se había lesionado la pierna. Además, dijeron que les inquietaba más cuando la persona se quedaba sentada para hacer daño a los Estados Unidos (condición de mala intención) que cuando se quedaba sentada para ayudarla (condición de buena intención).

Aplicados a nuestra salud actual y a la situación de las fiestas, estos resultados sugieren que incluso aquellas personas que perciben que quienes lideran el gobierno (como Cuomo) tienen buenas intenciones de modificar los rituales navideños pueden experimentar cierta indignación. Pero aquellas gentes que perciben una mala intención de alterar el rito (por ejemplo, infringiendo la libertad de elección) experimentarán aún más escándalo. 

Estos resultados tienen implicaciones para las autoridades gubernamentales y quienes formulan políticas que consideran que el mejor mensaje para persuadir a la población estadounidense es mantener sus ceremonias de Acción de Gracias en un tamaño reducido. Destacar los posibles peligros para la vida humana o la salud pública puede resultar ineficaz para reducir significativamente la indignación porque la alteración sigue comprometiendo los valores del grupo.

Nuestra investigación sugiere que una mejor manera de tratar de modificar los ritos de las festividades podría ser que las autoridades y oficiales del gobierno reformularan las adaptaciones para que sean consistentes con los valores americanos y no sean una afrenta para ellos. Tal vez las orientaciones de salud pública podrían enmarcarse como coherentes con el valor americano de desarrollo. Por ejemplo, en 1939, el presidente Franklin D. Roosevelt trasladó el Día de Acción de Gracias del último jueves de noviembre al penúltimo jueves de noviembre para extender la temporada de compras navideñas e impulsar la actividad económica en nombre del "progreso y el cambio".

Además, si tu familia te presiona para que asistas a una celebración navideña, pero no quieres correr el riesgo de la salud, considera la posibilidad de recordar a quienes te rodean que aún tienes la intención de festejar y honrar el significado del ritual.

En general, nuestra investigación demuestra cómo la alteración de los rituales es vista como un desafío a los valores que éste representa. En comparación con otros tipos de actividades colectivas, los ritos son particularmente resistentes al cambio, y muchos de ellos persisten intactos durante miles de años. La consistencia de las características del ritual a lo largo del tiempo, y la reacción visceral a su alteración, ayudan a explicar por qué un número considerable de personas en los Estados Unidos planean ignorar las pautas de la COVID-19 para mantener sus festividades inalteradas. La adaptación de los ritos requiere no sólo ordenar el cambio, sino considerar cuidadosamente la psicología subyacente de por qué existen en primer lugar.

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Lecturas y recursos adicionales
  • Stein, D. H., Schroeder, J., Hobson, N., Gino, F., & Norton, M. I. (2020). When Alterations are Violations: Moral Outrage and Punishment in Response to (Even Minor) Alterations to Rituals. Journal of Personality and Social Psychology. (Enlace)
  • Stein, D. H., Hobson, N. M., & Schroeder, J. (2020). A sacred commitment: How rituals promote group survival. Current Opinion in Psychology. (Enlace)
  • Hobson, N. M., Schroeder, J., Risen, J. L., Xygalatas, D., & Inzlicht, M. (2018). The psychology of rituals: An integrative review and process-based framework. Personality and Social Psychology Review, 22(3), 260-284. (Enlace)
  • Sezer, O., Norton, M. I., Gino, F., & Vohs, K. D. (2016). Family rituals improve the holidays. Journal of the Association for Consumer Research, 1(4), 509-526. (Enlace)

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Texto publicado originalmente en Behavioral Scientist bajo el título "Understanding the Outrage Over Altering Holiday Celebrations Despite COVID-19 Risks".

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* Daniel H. Stein es un estudiante de doctorado del Grupo de Gestión de Organizaciones (MORS) en la UC Berkeley, Haas School of Business.

** Juliana Schroeder (@J_R_Schroeder) es profesora adjunta en la Escuela de Negocios Haas de Berkeley.

*** Nick Hobson (@NickMHobson) es el director de ciencias del comportamiento y de los datos de Potential Project, y jefe científico de The Behaviorist.

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